Hay gente que existe y no a la vez. En este mundo para existir hay que destacar y para destacar hay que ser muy bueno o muy malo en “algo” o simplemente en la vida. Hacerse notar no es lo mismo que ser naturalmente notable. En muy raros casos, hay coincidencia de ambos estados. Y no sólo sucede con las personas, sucede con todo.
El cuerpo humano es una perfecta máquina que funciona sin pedirnos permiso incluso cuando estamos durmiendo. Todo lo que el sistema nervioso central no gobierna, simplemente sucede. Cuando tomamos un vaso con agua sólo nos enteramos de que se acabó la sed y que en unos momentos necesitaremos ir al baño. No sabemos, ni queremos saber para qué sirve el epitelio transicional de los uréteres.
Sólo nos percatamos de que poseemos algún órgano y que existe cuando su falla o desorden es notable. Es entonces que nos reportamos enfermos al trabajo, terminamos al cuidado de nuestras madres o parejas o finalmente, nos volvemos dependientes de una tanda de fármacos. Por ejemplo yo ni me hago cargo de mi páncreas, pero mi tía que sufre de diabetes sí y depende de dosis, casi diarias, de insulina.
Quien no sea doctor o estudiante de medicina ¿sabe qué es el occipucio, el colodrilo o la cerviz? Yo los conozco y están muy cerca el uno del otro en nuestra cabeza. Me percaté de ellos porque tuve una enfermedad que atacó a mi nervio trigémino[1] (del mismo vecindario) y me hizo ver a Judas en zunga brasilera atigrada.
La naturaleza de mi enfermedad es de síntomas impredecibles y sin una duración determinada. Ninguna dosis fuerte de nada acortará el tiempo de mi condena (eso incluye abstinencia de juergas, sol y alcohol) y también de mis días lejos de la oficina.
Lo cierto es que ya volví a la oficina y puedo beber algunas bebidas espirituosas, pero tengo la cara manchada y por dentro de la mitad de mi cabeza me pica cuando me alimento con ricos y sabrosos alergenos.
El burócrata
Llegué a experimentar los niveles de desesperación de un pensionista pobre y en litigio de que le paguen su mensualidad frente al feo escritorio de un burócrata. Un burócrata sádico que cierra su oficina a las 5:30 pm sin importarle que frente a él una ancianita hizo cola por más de una hora.
De ahí que pasé a bautizar a mi nervio trigémino enfermo como el Sr. Gutiérrez, con el perdón de cualquiera que lleve este apellido, por demorar lo que le place en sanar, por ponerme condiciones sin lógica y por promover la solución de nada. Luego le atribuí una personalidad, una vida y un serio problema psicológico.
El sr. Gutiérrez vive en un dúplex en la Urbanización Sagitario en Surco, su casa es la manzana y el lote de algo que nadie conoce porque nadie lo visitan. Su mujer le pega y además lo engaña con su mejor amigo, desde que Gutiérrez, víctima de una disfunción eréctil, se volvió inútil en el ring de las cuatro perillas.
El trabajo de Gutiérrez consiste en revisar que la documentación para trámites de algo esté completa para luego ponerle un sellito. Tiene un escritorio de madera que heredó de su compañero de trabajo cuando lo ascendieron 5 pisos más arriba que él.
Gutiérrez es tímido, no le gusta que lo noten, pero es naturalmente notable por los terribles escozores de cabeza que me genera y por unas manchitas que me ha dejado en la frente. Cuando lo notan se pone de pésimo humor y se le sale todo el presidio por la boca (por la mía en realidad).
Este Gutiérrez y yo sólo tenemos en común al insomnio. Por lo demás es mi completa antítesis: odia la playa, no le gusta la bebida ni las luces de la disco. Tiene alergia a todo y una actitud de nazi kukuxclanesco increíble. Tiene un poco de Jahairo[2] también: usa pantalones grises con la basta alta, zapatos negros y medias blancas (a lo Michael Jackson), camisa manga corta con corbata y lleva su almuerzo en la lonchera de super man que su hijo, ya púber, dejó de usar.
Tiene un asistente al que no le explica nada (para que no aprenda nada y nunca le quite el puesto), al que lo manda por su café instantáneo de lata y quien lustra sus zapatos.
A este Gutiérrez se la tengo jurada, pero nada puedo hacerle porque vive dentro de mi cabeza, podría incluso interferir en mis pensamientos con comentarios desatinados, aburridos y jahairos. Esta convinencia como dormir con el enemigo y se ha convertido en la mayor prueba de paciencia haya tenido y que sigo viviendo.
El cuerpo humano es una perfecta máquina que funciona sin pedirnos permiso incluso cuando estamos durmiendo. Todo lo que el sistema nervioso central no gobierna, simplemente sucede. Cuando tomamos un vaso con agua sólo nos enteramos de que se acabó la sed y que en unos momentos necesitaremos ir al baño. No sabemos, ni queremos saber para qué sirve el epitelio transicional de los uréteres.
Sólo nos percatamos de que poseemos algún órgano y que existe cuando su falla o desorden es notable. Es entonces que nos reportamos enfermos al trabajo, terminamos al cuidado de nuestras madres o parejas o finalmente, nos volvemos dependientes de una tanda de fármacos. Por ejemplo yo ni me hago cargo de mi páncreas, pero mi tía que sufre de diabetes sí y depende de dosis, casi diarias, de insulina.
Quien no sea doctor o estudiante de medicina ¿sabe qué es el occipucio, el colodrilo o la cerviz? Yo los conozco y están muy cerca el uno del otro en nuestra cabeza. Me percaté de ellos porque tuve una enfermedad que atacó a mi nervio trigémino[1] (del mismo vecindario) y me hizo ver a Judas en zunga brasilera atigrada.
La naturaleza de mi enfermedad es de síntomas impredecibles y sin una duración determinada. Ninguna dosis fuerte de nada acortará el tiempo de mi condena (eso incluye abstinencia de juergas, sol y alcohol) y también de mis días lejos de la oficina.
Lo cierto es que ya volví a la oficina y puedo beber algunas bebidas espirituosas, pero tengo la cara manchada y por dentro de la mitad de mi cabeza me pica cuando me alimento con ricos y sabrosos alergenos.
El burócrata
Llegué a experimentar los niveles de desesperación de un pensionista pobre y en litigio de que le paguen su mensualidad frente al feo escritorio de un burócrata. Un burócrata sádico que cierra su oficina a las 5:30 pm sin importarle que frente a él una ancianita hizo cola por más de una hora.
De ahí que pasé a bautizar a mi nervio trigémino enfermo como el Sr. Gutiérrez, con el perdón de cualquiera que lleve este apellido, por demorar lo que le place en sanar, por ponerme condiciones sin lógica y por promover la solución de nada. Luego le atribuí una personalidad, una vida y un serio problema psicológico.
El sr. Gutiérrez vive en un dúplex en la Urbanización Sagitario en Surco, su casa es la manzana y el lote de algo que nadie conoce porque nadie lo visitan. Su mujer le pega y además lo engaña con su mejor amigo, desde que Gutiérrez, víctima de una disfunción eréctil, se volvió inútil en el ring de las cuatro perillas.
El trabajo de Gutiérrez consiste en revisar que la documentación para trámites de algo esté completa para luego ponerle un sellito. Tiene un escritorio de madera que heredó de su compañero de trabajo cuando lo ascendieron 5 pisos más arriba que él.
Gutiérrez es tímido, no le gusta que lo noten, pero es naturalmente notable por los terribles escozores de cabeza que me genera y por unas manchitas que me ha dejado en la frente. Cuando lo notan se pone de pésimo humor y se le sale todo el presidio por la boca (por la mía en realidad).
Este Gutiérrez y yo sólo tenemos en común al insomnio. Por lo demás es mi completa antítesis: odia la playa, no le gusta la bebida ni las luces de la disco. Tiene alergia a todo y una actitud de nazi kukuxclanesco increíble. Tiene un poco de Jahairo[2] también: usa pantalones grises con la basta alta, zapatos negros y medias blancas (a lo Michael Jackson), camisa manga corta con corbata y lleva su almuerzo en la lonchera de super man que su hijo, ya púber, dejó de usar.
Tiene un asistente al que no le explica nada (para que no aprenda nada y nunca le quite el puesto), al que lo manda por su café instantáneo de lata y quien lustra sus zapatos.
A este Gutiérrez se la tengo jurada, pero nada puedo hacerle porque vive dentro de mi cabeza, podría incluso interferir en mis pensamientos con comentarios desatinados, aburridos y jahairos. Esta convinencia como dormir con el enemigo y se ha convertido en la mayor prueba de paciencia haya tenido y que sigo viviendo.
[1] Según la Wiki, el nervio trigémino o nervio trigeminal es el mayor nervio craneal, también llamado quinto par craneal o V par. Se lo considera un nervio mixto. Por sus filetes sensitivos tiene bajo su dependencia la sensibilidad de la cara y la mitad anterior de la cabeza. Por sus filetes motores inerva a 8 músculos, incluyendo los músculos masticadores.
[2] Jahairo: sust. De la comunidad del mismo nombre que profesa socialmente conductas asociadas a la huachafería vestida, hablada y bailada.
4 comentarios:
Gutiérrez y Pinoqio es un soéz, un don nadie, un perdedor, un pelmazo. ¡Matémosle!
Me olvidé de decir que veía a un Gutiérrez flaco y desgarbado...pero pensándolo bien, este es un tipo regordete que quiere llenar su alma vacía con mucho pan con huevo frito.
Ese Gutiérrez...jajaja...lo describes exactamente como lo imagino, aunque "pinoqio" tiene razón: si tuviéramos que atribuirle una representación humana me lo imagino alto, flacucho, huesudo, medio jorobado de cara larga y cabellos canos, con lentes "poto de dama juana" y marcos gruesos negros..alguien muy parecido a Marco Aurelio Denegri..no sé, así me lo imagino.
el domingo lo llevé a la playa y se portó en forma civilizada....más le vale!
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