La parte más alta de las ricas montañas (hermosas tierras y risueñas playas, es mi Perú), la cima, la cúspide, el pico, la cresta, el pináculo y demás. A esa cumbre precisamente no me refiero. Me refiero los dos desfiles de presis que habrá en Lima Limón este año (ALC-UE y APEC) y que significará para la capital de nuestro lindo rojiblanco mucho más que tráfico, hartos tombos en las calles (o sea, más tráfico) y que saldremos en la tele europea, asiática y caribeña. Significa también, que toda la limeñada contará con dos maravillosos feriados en los que podremos rascarnos la panza mientras oímos a todos los manda-más hablando de cómo solucionar los problemas de los países tercermundistas. Reitero: hablando. Todo esto para justificar su arreciado antojo de Pisco Sour, Ají de Gallina y Cebichazo. Así de buenos somos pues.
Y, como buenos, no sólo nos hemos aprovechado de su visita para holgazanear sino además, para que Caballito loco nos arregle las pistas, figúrense. Y con todo este alboroto no faltará brichero*, caña de pescar en ristre, anotadazo en los bares que, de todas maneras, visitarán las delegaciones de foráneos con ganas de una buena cuchipanda “a la peruana”. Todos ganan.
Como adelanto, hace algunos días respiré un poco de ese airecillo diplomático en los jardines del SWISSOTEL a donde fui enviada por el amo y señor del BRIP peruano, Micky Riverside.
Un sendero flanqueado por dos filas de gente vestida con trajes típicos de muchos países era la antesala a la recepción. Allí, encontré a mi derecha: a dos entrañables ex compañeros de trabajo y a la izquierda: al señor alcalde, su honorable cuerpo edil y al, anteriormente honorado, cuerpo de su señora.
Saludé primero a mis amigos. Al burgomaestre, hice presente los saludos de Micky y las excusas del caso por enviar a su plebeya a representarlo en tan distinguido ágape ofrecido con motivo de los dulces 17 de la muni de San Isidro.
Cumplida la tarea, me dispuse a retirarme cuando la anfitriona (una rubia al pomo regia) invitó a toda la concurrencia a atender a las palabras del emocionado alcalde.
Cuando el buen señor terminó con su discurso me invadió tal sueño que hubiera cambiado todas mis cajas de Dormonid por un CD con mensajes ediles de Mr. Meier.
Luego, con el objetivo de matar los breves segundos que pretendía quedarme, me detuve a observar cuidadosamente a cada uno de los asistentes. El 90% eran habitués de las principales páginas sociales y políticas de las publicaciones locales. Me encontraba en medio de la crema batida del distrito (ricachones, políticos, diplomáticos y el mismísimo vicepresidente de la república. Y yo toda corriente pensando en “escapar” del lugar, ¡qué fea!).
Con ese nivel de concurrencia, “el cóctel va a estar buenazo”, pensé y me quedé a esperar a los mozos. En el ínterin una señora mayor que estaba buscando a su marido (un diplomático Alemán) se me acercó y decidimos acompañarnos mutuamente hasta la llegada del vino blanco. Mi copa llena duró nada.
Ni bien me despedí de la señorona aquella, una nueva tanda de mozos desfilaron con deliciosos bocadillos a mi izquierda y a mi derecha con pisco sour. Yo seguía con sed, así que no me quedó más remedio que despreciar los sólidos por el líquido. Para mí ahí terminó el cóctel y me fui.
Cuando llegué a casa y a mi realidad, ahí estaba mi jarra de agua y mi ropa desordenada. Pues yo me encargo siempre de que haya agua para beber y nunca de acomodar mis trapos. Ahí me sentí como entre las dos cumbres. Como si estuviera parada en el mismo vértice de las dos montañas mirando y esperando que empiece el desfile de señores en traje. Esperando, otra vez, que acabe el discurso y que pasen los mozos para tomarme un trago e irme a casa para comprobar que todo sigue igual, que la tarea no me la hará nadie y menos los presis en traje desfilando y hablando, sólo hablando...
Y, como buenos, no sólo nos hemos aprovechado de su visita para holgazanear sino además, para que Caballito loco nos arregle las pistas, figúrense. Y con todo este alboroto no faltará brichero*, caña de pescar en ristre, anotadazo en los bares que, de todas maneras, visitarán las delegaciones de foráneos con ganas de una buena cuchipanda “a la peruana”. Todos ganan.
Como adelanto, hace algunos días respiré un poco de ese airecillo diplomático en los jardines del SWISSOTEL a donde fui enviada por el amo y señor del BRIP peruano, Micky Riverside.
Un sendero flanqueado por dos filas de gente vestida con trajes típicos de muchos países era la antesala a la recepción. Allí, encontré a mi derecha: a dos entrañables ex compañeros de trabajo y a la izquierda: al señor alcalde, su honorable cuerpo edil y al, anteriormente honorado, cuerpo de su señora.
Saludé primero a mis amigos. Al burgomaestre, hice presente los saludos de Micky y las excusas del caso por enviar a su plebeya a representarlo en tan distinguido ágape ofrecido con motivo de los dulces 17 de la muni de San Isidro.
Cumplida la tarea, me dispuse a retirarme cuando la anfitriona (una rubia al pomo regia) invitó a toda la concurrencia a atender a las palabras del emocionado alcalde.
Cuando el buen señor terminó con su discurso me invadió tal sueño que hubiera cambiado todas mis cajas de Dormonid por un CD con mensajes ediles de Mr. Meier.
Luego, con el objetivo de matar los breves segundos que pretendía quedarme, me detuve a observar cuidadosamente a cada uno de los asistentes. El 90% eran habitués de las principales páginas sociales y políticas de las publicaciones locales. Me encontraba en medio de la crema batida del distrito (ricachones, políticos, diplomáticos y el mismísimo vicepresidente de la república. Y yo toda corriente pensando en “escapar” del lugar, ¡qué fea!).
Con ese nivel de concurrencia, “el cóctel va a estar buenazo”, pensé y me quedé a esperar a los mozos. En el ínterin una señora mayor que estaba buscando a su marido (un diplomático Alemán) se me acercó y decidimos acompañarnos mutuamente hasta la llegada del vino blanco. Mi copa llena duró nada.
Ni bien me despedí de la señorona aquella, una nueva tanda de mozos desfilaron con deliciosos bocadillos a mi izquierda y a mi derecha con pisco sour. Yo seguía con sed, así que no me quedó más remedio que despreciar los sólidos por el líquido. Para mí ahí terminó el cóctel y me fui.
Cuando llegué a casa y a mi realidad, ahí estaba mi jarra de agua y mi ropa desordenada. Pues yo me encargo siempre de que haya agua para beber y nunca de acomodar mis trapos. Ahí me sentí como entre las dos cumbres. Como si estuviera parada en el mismo vértice de las dos montañas mirando y esperando que empiece el desfile de señores en traje. Esperando, otra vez, que acabe el discurso y que pasen los mozos para tomarme un trago e irme a casa para comprobar que todo sigue igual, que la tarea no me la hará nadie y menos los presis en traje desfilando y hablando, sólo hablando...
*Brichero: dícese del pacharaco (a) caza extranjeros, caza nacionalidades no peruanas a la prepo.
2 comentarios:
hmmmmm esa foto parece un sosten blanco, hmmmm...
wolf...
Estabas pensando en otras cumbres seguro.
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