
Dedicadas, una a una, a anónimas ilusiones, las margaritas fueron sacrificadas y sus pétalos regados entre “me quieres y no”. Y aquí, teniéndome sólo a mí, sentada frente a un florero vacío, me entristece no tener quien me regale más flores para volverlo a llenar. Y viendo, junto al florero, mi copa vacía, me entristece, más aún, no tener quién me sirva- de tequila una parte, de dulce, sal y limón la otra- una copa de margarita que mande a dormir mis penas, represiones, miedos y, finalmente, despierte a la niñita malcriada que no obedece ni a su mamá (para que salga a jugar). Salud!