lunes, 24 de diciembre de 2007

Saludo especial por Navidad


No es casualidad que hayamos compartido momentos irrepetibles e imborrables. No. Por eso ahora te invito a redescubrir al niño que llevas dentro. Ese que rompe el papel de regalo y se sorprende al abrirlo y es feliz. El que canta villancicos sólo si quiere. El que no se queda con las ganas de jugar. El que perdona y olvida instantaneamente. El que abraza fuerte y grita "te quiero". El que cree en papá Noel, el que descubrió que no existía y llora. El que ríe sin razón de nada y encuentra en su imaginación los juegos más originales. El que está convencido de que sus padres son los superhéroes del momento. El que le pone pasión a lo mínimo. El que es feliz abriendo un caramelito que alguien querido le trajo.

Que nazca ese niño que hay en ti, ese chavito, esa rous, en esta Navidad y también después y todos los días y siempre. ¡Feliz todo!


domingo, 23 de diciembre de 2007

INSOMNIO DENTAL




Despertar a medio sueño pensando en lo del día o revisando la agenda mental de la semana se me había hecho común. La lucha por volver a dormir puede durar de 5 minutos a 3 horas y consiste en cerrar los ojos a la fuerza invocando al buen Morfeo contando ovejas.
El problema es que a veces, entre las ovejas, se aparece mi mamá diciéndome: “no te olvides que el domingo almorzamos”, o se aparece por ahí una computadora con pies mostrándome a todo color el sitio web de mi empresa, colgado, fregado. A veces aparezco yo mirando mi ropero pensando “qué me pongo”.
Si Morfeo fuera hombre sería el ideal. El que siempre deseo por las noches a quien siempre busco. El que llega y si estoy cansada sólo me abraza Luego me abriga y me canta lo que quiero y necesito oír. Las historias más alucinantes, los deseos más anhelados y los temores encarnados en una secuencia incoherente y difusa. A veces le da por revelarme el futuro.
"Te necesito", me imagino decirle. "No te vayas", etc.

La afinidad entre Morfeo y las ovejas nunca la entendí pero sí hay, sin duda, un total divorcio entre Morfeo, el café y mis salidas. También hay una extraña y olorosa poción extraída de una raíz a la que acudo a veces para "atraer" a mi amado Morfeo: Valeriana. La televisión en "Mute", una canción de Chico Buarque, leche caliente, manzanas sancochadas también sirven en el ritual.

Y, aunque no creo en los químicos, para conquistarlo sirven. Un tratamiento dental me reveló que hay morfeos para cada escala. Es decir, el Morfeo dental es el que sucumbe ante el llamado de la anestesia inyectada en forma certera en la cavidad bucal. Lo peor en medio del tratamiento es que ésta no haga efecto. ¡Insomnio dental! O sea, dolor inminente.
Un tratamiento dental así me revela muchas verdades: el insomnio duele, el sueño cura. De ahí que sea éste el refugio principal de los depresivos. De ahí que busquen su anestesia permanente en un certero y sangrante corte o en una pócima letal.





Es linda la palabra: sueño. Invocarla: sueño, sueño, sueño... es mejor que contar ovejas con la cara de tu mamá.




ESTAR A DIETA




Las mujeres siempre estamos a dieta y hemos desvirtuado por completo el significado de la palabra (dieta: régimen alimenticio) para restringirla a: comer como pajarito durante meses, para bajar un gramo. Y hay varias: la dieta Atkins (nada de papita, arrocito, frejoles, pan, pero se permite algo de grasa y mucha carne), la dieta hipocalórica (todo pero poco), la antidieta (que en síntesis es comer sano, mezclando adecuadamente los alimentos bajo la doctrina macrobiótica oriental, o algo así). En ningún caso se permite alcohol o golosinas obviamente, así que guardando el chocolate, escondiendo la botella.
Pero la dieta no es cosa de juego. Ésta acarrea efectos secundarios como: mal humor, acidez, y ante el día libre de dieta (¡a romperla!) una voracidad de león vegetariano suelto en la sabana. En un caso extremo donde además haya escasez de amor propio, puede darse la bulimia o la anorexia. Pero no será tema que toque esta vez.


Estar a dieta, se puede resumir con la frase “mírame y no me toques, pero mírame”, de Serrat. Es estar comprometido y ser fiel (ojo no dije enamorado, dije comprometido. No es lo mismo). Es renunciar a cosas que nos gustan (que nos encantan, alocan , etc.) por ser consecuente con algo y ese algo, nos augure ser mejores personas. Es aprender a decir NO con todo el cuerpo.


El café es mi bebida preferida. Es la bebida que puede reemplazarlo todo: comida, tragos, dulces, besos, todo. El amanecer huele a café, el consuelo cuando alguien nos deja, también. Devota a él, bebo en promedio seis tazas diarias: de ahí mi inexplicable energía para producir tonterías en cantidades industriales.

Un café es el mediador perfecto para una reunión de negocios, de amigos e incluso el principio o fin de un romance. Es el mejor compañero para escribir y es la excusa ideal para escaparte del trabajo y regalarle 20 minutos a alguien especial, o quizá 30, café de por medio.

Alguna vez pretendí dejarlo. Lo logré por tres días. Al cuarto ya estaba deprimida y comiendo ansiosamente, como antesala de mi "caída". Y, aunque fuera café instantáneo, fue la más rica taza de café que tomé en años!

El doctor fue quien me ordenó que lo dejara o que redujera su consumo. Desde entonces tengo el mezquino concepto de que algunos médicos están al servicio de los laboratorios antes que de las personas. Al final, la depresión es una puerta abierta a todas las enfermedades. Por lo tanto, el café es la vacuna para evitarlas.

A qué venía esto del café? A que hay cosas a las que no podemos renunciar, por lo que significan. Puedo estar a dieta de todo, menos del café. Hay mujeres que no pueden estar a dieta de los hombres y viceversa pues aprendieron a llenar sus vacíos con caricias y a vivir de ellas, mi madre no puede vivir sin los chocolates y es feliz cuando los come porque le recuerdan a mi abuelo. Conclusión: no dejaré el café hasta que la muerte nos separe. Así como Ribeyro (quien murió en su ley) y su infaltable compañero: el tabaco.


Y yo no quiero vivir 100 años! quiero vivir intensamente. No quiero ir a la farmacia por "pastillas para no soñar", como dice Sabina "Si lo que quieres es vivir cien años no pruebes los licores del placer". Así que he decidido estar a dieta de la dieta. He dicho.

Pastillas para no soñar

lunes, 17 de diciembre de 2007

Compota de Frutas



“La gente buena se va de este mundo para que, quienes nos quedemos, aprendamos algo nuevo”, le dije a un amigo que tenía el pesar de una pérdida importante.
Perder nos enseña a valorar lo que tuvimos. Trillada la frase y quizá algo mezquina para quienes esperamos nuevas oportunidades. Porque hay cosas que no se pueden recuperar: momentos, palabras, personas.

Hablando de perder. Cuando era niña perdí muchos relojes que mi abuela me regaló. Estoy segura que tenía, en su presupuesto, el ítem: relojes para una nieta reticente a los artilugios de la puntualidad. El último reloj que me regaló, que no perderé, fue el que ella usaba: “cuando me muera quiero que lo pongas en tu mano”. Se hizo su voluntad.

Para asegurarme de que no se pierda lo tengo dentro de un cofre de perlas, que ella misma me fabricó. A manera de ritual, abro el cofre, saco el reloj y lo sacudo de vez en cuando para que siga andando (es de esos relojes que la energía la obtienen del movimiento). Cuando lo hago la recuerdo con su carcajada, con sus cuadernos por revisar, cantando las canciones infantiles que enseñaba a sus alumnos. Es un recuerdo muy dulce.

Una de las canciones que me enseñó fue “Mambrú se fue a la guerra”, yo tenía 6 años y la cantaba a voz en cuello para memorizarla. En todo lugar y a cada rato. La canción dice así:

Mambrú se fue a la guerra
Qué dolor qué dolor qué pena
Mambrú se fue a la guerra
No sé cuando vendrá…

El mayor de mis primos, víctima de mis alaridos, tuvo una creativa manera de callarme: “¡Así no es la canción!”. A lo que repliqué: “¿Y, cómo es entonces?”. El manganzón, en menos de un minuto reescribió la letra de la canción, poniendo como protagonista a nuestro común primo a quien apodamos “Chaplin”, por la disposición de sus pies al caminar. Haciendo uso de sus conocimientos retorcidos que todo pre púber adquiere de sus amigos cantó:

Chaplin se fue a la guerra
Montado en una perra*
La perra* se cayó
Chaplin se la tiró**

Aprendí la canción de inmediato y con el mismo ahínco y potencia, que la primera versión, empecé a cantarla por toda la casa. Hasta que mi abuela llegó y, sin siquiera saludarla le dije: “¡Ya me sé la canción verdadera!”. Sorprendida me pidió que se la cantara y así fue. Sus ojos se hacían grandes y su boca hacía la forma de la “o”. Pero, como me quería tanto e intuía que en la nueva versión habría participado alguno de mis primos, me preguntó dulcemente: “¿Y quién te la enseño?” Luego de responderle me dio un beso y me dijo: “Te imaginas si una persona se sube encima de una perrita, lo mucho que le pesará a la pobre perrita. Así no es la canción porque Chaplin no le haría tal crueldad al animalito”. Dicho esto gritó el nombre de mi primo, quien aún rondaba por la casa y al cabo de unos minutos tuvo una conversación accidentada con él.

Todos los recuerdos que tengo de ella son así. Abrir el cofre y sacudir el reloj es como abrir un frasquito de compota de frutas y probar una deliciosa cucharada de ese postre fresco y no muy dulce que tanto le gusta a mi amigo Carlos y al que acude para recordar a una persona muy importante para él que recientemente lo dejó porque “La gente buena se va de este mundo para que, quienes nos quedemos, aprendamos algo nuevo”.




* Después de algún tiempo entendí que cuando decía "perra" se refería a aquellas damas que a cambio de placer piden dinero.


** Del verboide "tirar" al que se atribuye el significado de tener sexo.
Dalí no perdía relojes, ¡los hacía agua!

domingo, 9 de diciembre de 2007

la sonrisa triste






Con alas de mariposa, cuatro años y mirando al costado, esa es la foto que simplifica su manera de ser. Siempre ajena al público, siempre resuelta, siempre niña y con sus sueños alados a cuestas.
Ella es la muñeca de verdad que siempre quise, la alumna de los 20´s que siempre esperaba 14´s, la dueña del corazón gemelo al mío, que cuando se rompía, rompía el mío también.

Es de manías, de ideas fijas. Como cuando era bebé y pegaba su boquita al borde de su cuna o de alguna pared para comerse la pintura. Es un dulce que te invitan con gotero, y a esto me invade una rima de inmediato, pues la quiero.
Recuerdo cuando corría detrás de mí llorando y yo escapaba con mi hermana-prima, alrededor del parque. Ahora corre detrás de un niño cuando llora y es feliz.

Recuerdo también como con su fuerza pequeñita convirtió a un hombre (que ya tenía dos hijos) en padre y lo unió nuevamente a su madre. Un ángel.
Su voz, no prefiero otra para acompañar a la mía, es frágil y fuerte a la vez, como la confianza (perderla es muy fácil, tenerla es un poder). También es parecida a la mía, como nuestro apellido y sangre. Su voz me transmitió tantos secretos, tantas penas, tantas locuras, tantos cantos en segunda y en tercera que puedo recordar uno a uno. Si supiera que tiene el poder.

Cuando lea esto lo sabrá: que tiene el poder sobre mí, que la quiero tanto, que sin ella no habría mazapan, que su sonrisa triste es única.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Intento de Suicidio







Quién sabe para qué, mi mamá nos llevó a mí y a mi hermano a la casa de mi abuela. Yo, como todos los días sólo tenía ganas de jugar, comer, que me bañen y dormir. Mi mamá nos dejó al cuidado de la persona encargada de la limpieza de la casa de mi abuela -¡limpieza mamá, no cuidado de niños!- y decidió tomar una ducha.
Me senté en el piso de la sala y me distraje jugando con uno de los tapetes bordados “a crochet” por mi abuela que se encontraba encima de la mesita de centro.
El juego consistía en meter mis dedos en los agujeritos del bordado (sin arruinarlo, claro está) y luego sacarlos. El esfuerzo físico y mental que este trabajo demandaba me dio mucha sed.
Por fortuna para mí, encontré una botella de metal cerca de donde me encontraba. Aparentemente, alguien la había dejado olvidada. Era de color rojo y verde y habían figuras de insectos en ella, no tengo idea que significaban las letras que estaban inscritas (pues aprendí a leer a los 4 años y no tenía ni la mitad). Con poca dificultad logré levantarla, abrirla y llevármela a la boca.
De pronto una fuerte tos interrumpió mis pensamientos (jugar, comer, dormir). Mi hermano, año y medio mayor que yo, fue corriendo a buscar a mi mamá. De la encargada de limpieza que nos “cuidaba” no se oyó padre.
Mamá salió en bata de la ducha, su cara era diferente. ¡Era una cara de loca! Creo que me asusté al verla y lloré. Ella me cargó y me sacó a la calle.
Pasaba un bus amarillo “Enatru” y se detuvo para que subiéramos mi mami y yo. El muy amable chofer decidió bajar a los pocos pasajeros que tenía para llevarnos a prisa a algún lugar, que imagino estaba relacionado a lo que mi madre –vociferando- le indicaba (mi hija se muere, se muere).
Nos detuvimos frente a un edificio grande, gris y lleno de luz blanca, gente y sangre. Tanto trajín y alboroto me dio sueño. Así que, mientras mi mamá junto a unos señores vestidos de verde me llevaban a un cuarto, decidí echar una siesta.
Me desperté llorando porque me metieron unos tubos en la nariz y otro grande en la boca. No sé que más me hacían pero no me gustaba y me quería ir de ahí corriendo. A lo lejos oía los gritos de mi mamá “mi hija se muere, se muere”. A mí me daba curiosidad porque no le veía nada de malo a la muerte, no tenía la más mínima noción de eso. Pero me imaginaba que era algo feo, por menos para ella. Me volví a dormir.
***
Cuando desperté, me dolía el estómago vi a mi mamá y a la familia entera: tíos, abuelos, padrinos, todos. Todos me miraban fijamente, sonreían y me preguntaban muchas cosas a la vez. Mi mamá me tenía confundida porque lloraba y sonreía a la vez (¿estaría feliz o triste?). Yo sólo tenía mucha hambre y ganas de seguir jugando.



Epílogo




1. Después del incidente toda la familia no hacía más que enseñarme que era lo que no podía beber, principalmente: veneno, kerosene y jarabe.
2. A veces recuerdo, como si fuera un sueño, el lavado gástrico. Es un recuerdo desesperante.
3. Gracias a mi hermano Israel, estoy viva.
4. Ahora ya entiendo por qué me gustan los tragos fuertes.

martes, 27 de noviembre de 2007

DECIR Y HACER



Cómo nos pesan las promesas vacías. Las palabras qué sólo son palabras, el amor sobre el papel. También nos pueden doler, como los clavos en una tabla (que aunque los saquen dejan un agujero), las palabras si no se escogen correctamente.



Decir, para que todos entiendan, para conmover, para convencer, para enseñar, más que un regalo es un arte. Demanda experiencia, práctica, aprender a escuchar. Pero decir por decir, no significa nada si no hay ejemplo que acompañe la prédica.



Hacer debe, por decreto supremo, ser motivado por un sentimiento. Hacer por hacer es caminar dormido, es arrancarse el corazón, es morir en vida. Hay un aprendizaje que proviene de una canción infantil "cuando tengas muchas ganas, no te quedes con las ganas de gritar o de aplaudir, o de abrazar". Por eso es tan intenso ser niño. Porque desde el primer llanto ponemos pasión a lo que hacemos (incluidas las travesuras).



Hace algunos días miré los ojos de alguien muy especial en mi vida y leí en ellos una historia de amor. Una historia que finalmente se resume en hacer, sin la virtud del decir pero profusa en sentimiento. Perfecta, rotunda, reponedora, sanadora. Verbo puro que me enseñó que sí es posible perdonar y olvidar. Nuevamente fui feliz.

martes, 20 de noviembre de 2007

Si no fuera de carne y hueso...


Si fuera de papel quisiera que me usen para hacer cuentos de niños. Si fuera de plástico, un botón que cierre un abrigo.


Si fuera de humo quisiera ser el último que el fumador arrepentido sopla. Si fuera de agua, me gustaría ser una lágrima de alegría o el primer sorbo con el que brinden los recién casados.


Si fuera de madera quisiera ser la de una guitarra. Si fuera de tela, el lienzo de la primera obra del estudiante.


Si de metal, una llave. Si fuera de vidrio quisiera ser la vitrina de una dulcería o de una juguetería. Si fuera de arcilla, quisiera ser sólo arcilla fresca lista para moldear disponible para la abstracción del alfarero.


Y si nada quedara, quisiera ser el recuerdo de algún sentimiento, padre de locuras sin arrepentimientos. Eso quisiera ser.