jueves, 29 de noviembre de 2007

Intento de Suicidio







Quién sabe para qué, mi mamá nos llevó a mí y a mi hermano a la casa de mi abuela. Yo, como todos los días sólo tenía ganas de jugar, comer, que me bañen y dormir. Mi mamá nos dejó al cuidado de la persona encargada de la limpieza de la casa de mi abuela -¡limpieza mamá, no cuidado de niños!- y decidió tomar una ducha.
Me senté en el piso de la sala y me distraje jugando con uno de los tapetes bordados “a crochet” por mi abuela que se encontraba encima de la mesita de centro.
El juego consistía en meter mis dedos en los agujeritos del bordado (sin arruinarlo, claro está) y luego sacarlos. El esfuerzo físico y mental que este trabajo demandaba me dio mucha sed.
Por fortuna para mí, encontré una botella de metal cerca de donde me encontraba. Aparentemente, alguien la había dejado olvidada. Era de color rojo y verde y habían figuras de insectos en ella, no tengo idea que significaban las letras que estaban inscritas (pues aprendí a leer a los 4 años y no tenía ni la mitad). Con poca dificultad logré levantarla, abrirla y llevármela a la boca.
De pronto una fuerte tos interrumpió mis pensamientos (jugar, comer, dormir). Mi hermano, año y medio mayor que yo, fue corriendo a buscar a mi mamá. De la encargada de limpieza que nos “cuidaba” no se oyó padre.
Mamá salió en bata de la ducha, su cara era diferente. ¡Era una cara de loca! Creo que me asusté al verla y lloré. Ella me cargó y me sacó a la calle.
Pasaba un bus amarillo “Enatru” y se detuvo para que subiéramos mi mami y yo. El muy amable chofer decidió bajar a los pocos pasajeros que tenía para llevarnos a prisa a algún lugar, que imagino estaba relacionado a lo que mi madre –vociferando- le indicaba (mi hija se muere, se muere).
Nos detuvimos frente a un edificio grande, gris y lleno de luz blanca, gente y sangre. Tanto trajín y alboroto me dio sueño. Así que, mientras mi mamá junto a unos señores vestidos de verde me llevaban a un cuarto, decidí echar una siesta.
Me desperté llorando porque me metieron unos tubos en la nariz y otro grande en la boca. No sé que más me hacían pero no me gustaba y me quería ir de ahí corriendo. A lo lejos oía los gritos de mi mamá “mi hija se muere, se muere”. A mí me daba curiosidad porque no le veía nada de malo a la muerte, no tenía la más mínima noción de eso. Pero me imaginaba que era algo feo, por menos para ella. Me volví a dormir.
***
Cuando desperté, me dolía el estómago vi a mi mamá y a la familia entera: tíos, abuelos, padrinos, todos. Todos me miraban fijamente, sonreían y me preguntaban muchas cosas a la vez. Mi mamá me tenía confundida porque lloraba y sonreía a la vez (¿estaría feliz o triste?). Yo sólo tenía mucha hambre y ganas de seguir jugando.



Epílogo




1. Después del incidente toda la familia no hacía más que enseñarme que era lo que no podía beber, principalmente: veneno, kerosene y jarabe.
2. A veces recuerdo, como si fuera un sueño, el lavado gástrico. Es un recuerdo desesperante.
3. Gracias a mi hermano Israel, estoy viva.
4. Ahora ya entiendo por qué me gustan los tragos fuertes.

4 comentarios:

Armée De L´Air dijo...

.......la infancia en recuerdo parece un enorme sueño .....del cual uno con el pasar de los años va despertando ....

Rox dijo...

Yehh Me acordé de mis datos! o mejor dicho... probé y pude entrar, que suerte!
Ya ahora sí: mientras iba leyendo recordaba esta historia tal cual nos la comentó tu ma' el sábado que estuvimos en tu casa. Fue como haber visto la película para luego leer el libro...
Qué bueno que tu hermano y el chofer fueran personajes decisivos para que todavía tengamos Rous para rato...bien ahi!

Armée De L´Air dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Armée De L´Air dijo...

......prueba de que hay mas de un angel de la guarda ......