domingo, 29 de junio de 2008

La primera piedra







Regresando de empujarnos un gordísimo postre con Alis (mi mamá), aprovechándose de la pausa a una de mis tantas tonterías me preguntó "¿Cómo se llamaba tu amiguito ese con el que jugabas... el nieto de la Sra. Sáenz?". Me toqué la cabeza como quien tiene dolor y recordé mi primera declaración de amor que fue del tipo "serrano" (más me pegas más te amo).


Este amiguito "M" llegó una día a mi casa, como siempre para salir a corretear al parque a chupar las flores rojas de los arbustos que lo flanqueaban. También jugábamos con sus carritos o mis muñecas. Pero aquella tarde "M" quería jugar a ser grande.


Me miró nervioso y me dijo resuelto "¿Quieres ser mi novia?" Me sonó a broma y reí, mientras él apretaba algo en su mano y volvió a preguntar "Rosalicia, quieres ser mi novia". ¡No! le respondí, esperando que me propusiera ir a correr.






A mis escasos 7 años no tenía idea de lo bueno que podía ser un prolongado y linguado beso con las caricias debidas para olvidarnos de la palabra "no". Definitivamente, mis prioridades eran jugar y jugar. No como ahora, claro está. Pero jugar.




"¡Si no eres mi novia te tiro esta piedra!", me amenazó enseñándome lo que tenía apretando en su mano. "Tíramela", azuzé. De pronto su mirada se volvió adulta, seria, fea y su mano se levantó. Sentí un golpe en la cabeza y vi caer unas gotas de sangre en mi vestidito nuevo con bordados de nido de abeja, las gotas se hacían más grandes cada vez y más que el dolor, fue el susto lo que me hizo gritar en una y a todo pulmón: "¡Mamáaaaaaaaa
Mi mamá estaba ocupada en sus negocios, como la recuerdo durante mi niñez, y aunque ignoró mis gritos, al verme gritó más fuerte que yo: ¡Mi hijaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Lo que siguió fue el correteo hasta llegar al hospital de emergencias "José Casimiro Ulloa" (CASIMUERO ULLOA), donde me llevaron de bebé cuando me tomé el baygón. Yo ya había dejado de llorar cuando mi mamá me limpió la herida para luego echar a reir: era apenas un puntito abierto de mi piel por donde se escapó toda la sangre de mi cara.
El doctor que me atendió me limpió más minuciosamente y me puso una simple crema "Hemerán" contra la hinchazón.

De regreso a casa le conté a mi mamá las cirunstancias de mi accidente y ella me dijo con su dulce voz: cuando crezcas tendrás más momentos como este. Yo me asusté "¿Me irán a apedrear?" Ella me dijo que no, que las piedras podrían llegar pero no precisamente para golpear contra mi cabeza, y que tampoco serían piedras...

Me quedó una cicatriz en la frente que sólo se nota cuando alzo las cejas... de las otras piedras, que no fueron piedras, me quedaron algunos temores.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja!! que graciosa tu "primera declaración"...pero que penita la prematura violencia de ese niño y que te haya golpeado con una piedra.
Ojalá que "M" no esté en Luri...ni le pegue a su esposa a estas alturas..jejeje..

pd: yo también me tomaba la dizque miel de esas florcitas rojas..era buenaza! jajaja

Rous dijo...

esa miel a veces salía con hormiga no?

L dijo...

jaja me morí de risa,
atentamente,
la fria

Rous dijo...

risa, remedio infalible